«La solidaridad es la ternura de los pueblos»
El día 3 de septiembre de 1939 arribaba al puerto chileno de Valparaíso un valioso cargamento: dos mil quinientas personas rescatadas de las manos de la locura del franquismo gracias a las gestiones de Pablo Neruda, el poeta que alcanzaría años más tarde el Premio Nobel. Una historia sencilla de contar que, sin embargo, comprometería a varios países y pondría de manifiesto el clima de terror bajo el que viviría Europa hasta el final de la Segunda Guerra.
Tras la derrota del frente de Barcelona en 1939, quinientas mil personas cruzaron los Pirineos escapando de la persecución franquista, hacia una Francia que ya estaba aterrorizada por la amenaza nazi. Evidentemente coludidos ambos regímenes, la mayoría de estas personas irían a parar a centros de detención e internamiento, que era el eufemismo de los campos de concentración.
Rafael Alberti, amigo de Neruda desde los tiempos en que había residido en Madrid y había ejercido como cónsul del gobierno chileno, le escribió contándole de los problemas que tenían los civiles partidarios de La República que escapaban de Franco. Conmovido por el fusilamiento de su amigo Federico García Lorca, Neruda había escrito en España en el corazón:
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.Preguntaréis: ¿por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
Aunque trabajaba en ese momento en una de sus obras mayores, el Canto General, no lo duda y deja su casa de Isla Negra, pide audiencia con el presidente chileno Pedro Aguirre Cerda, y le explica la necesidad de ayudar a España. El presidente le otorga el cargo diplomático de Cónsul especial para la Inmigración Española con sede en París.
Con una pierna escayolada parte hacia Francia, donde junto a Delia del Carril, su mujer, dedican horas interminables a revisar una por una las solicitudes de los españoles para viajar hacia Chile. Asistidos por el Gobierno Republicano español en el exilio, seleccionan a dos mil quinientos potenciales inmigrantes tras la creación del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles. En la búsqueda de un transporte para tan preciosa carga sólo encuentran disponible al Winnipeg, un carguero francés que habitualmente hacía el recorrido entre Marsella y las costas africanas con no más de 20 pasajeros. Las tareas de acondicionamiento del carguero se realizan a toda prisa, tanto como la reagrupación de familias que permanecían separadas en distintos campos de concentración. Neruda describía el hecho pocas horas antes del embarque: «Los trenes llegaban de continuo hasta el embarcadero. Las mujeres reconocían a sus maridos por las ventanillas de los vagones. Habían estado separados desde el fin de la guerra civil. Y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas, de dramatismo tan delirantes.»
El 4 de agosto de 1939, desde el puerto francés de Trompeloup – Pauillac (cerca de Burdeos), zarpó el Winnipeg con rumbo suroeste y, tras un mes de travesía, arribó a Valparaíso, el principal puerto chileno. Diría Neruda años después: «Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie».
Sin embargo, la llegada de los refugiados españoles no sería el final de la historia comenzada por Neruda. Acogidos en la sociedad chilena, muchos de estos refugiados se desarrollarían y aportarían a Chile obras tan perennes como el acto de humanidad del poeta. Nombres como Roser Bru, Josep Balmes o Leopoldo Castedo han pasado a formar parte destacada de la cultura que les vio llegar a bordo de un barco viejo, lleno de esperanzas, con ansias de libertad, desde la España rota una vez más por el delirio del pensamiento único.
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«Viaje en el Winnipeg de la familia Bru» (formato PDF)