Mapocho desde acá

M

Hay un aroma en el cielo que no quiere bajar, una voz que susurra una historia que sé, que me llama y no voy (ya sé esos cuentos de quedarse y no estar, de marcharse y quedar). Hay un color antiguo que creí que cambiaría, pero se desvanece y no sé. Un recuerdo, al envejecer, duele; una antigua historia puede volver a doler, o te puede matar a carcajadas: ella sentada al borde de la acera, fuera de esa casa donde fui feliz, con un saco lleno de sus propias cartas, y yo echando a correr.

Hay una voz en el aire que no puedo ver, un pasado imperfecto, un futuro que no fue. Una rabia que cesa, un pañuelo que se seca, camisetas colgadas a pleno sol. Él vivía en la sala de calderas de un moderno edificio del oriente de la ciudad, junto al cabaret, debajo del banco estadounidense, y no tenía más que un saco de dormir, húmedo, y repartía olor a musgos revestido con sonrisas. Él se cansó y decidió partir, descubrió hace muchos siglos que es efímero el perdón y eterno el error. No se despidió, decidió morir. Y murió.

Quedaron grietas abiertas en esa ciudad cuando dejé de verla, quedaron canciones sin escribir, quedó una bicicleta cruzando el río en los puentes de hierro, y ella con su vestido lleno de flores, alumbrando noches y tardes en el Parque Forestal. Quedaron fantasías repartidas en los barrios más viejos, quedaron risas y quedaron puertas.

Quiero volver a viajar en tren, sentado en la escalinata de la entrada, rumbo al sur, sin distinguir apenas nada durante la noche, pero oliendo el sudor vegetal del sur, la humedad entrañable del sur. Quiero volver a caminar aunque sea una vez más por esas calles de niño, oler la tienda de dulces del barrio de la escuelita, escuchar los cascos de los caballos del lechero en el pavimento húmedo. Quiero volver a ver la calle después de la lluvia y, al final, la cordillera. Quiero volver a correr niño a la panadería, con mis hermanos, a comprar el pan recién salido del horno, y volver corriendo niños a untarlo con mantequilla, y café con leche, y poco más (mis hermanos conocen los secretos de ser feliz con poco, muy poco).

Quiero prescindir eternamente del lujo del aburrimiento. Quiero tener todo el tiempo para reiniciar, para inventar, para revivir. Y abrazar todo lo que es. Ya no quiero lo que no pude tener.


Manresa, 5 de septiembre de 2008

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por Iván Tamayo

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