Los exploradores silenciosos levantan la cabeza y la aventura se desnuda de su traje de oro.
He aquí el sentido del ocaso.
Acaso el ocaso nos haga caso y entonces habréis comprendido los signos de la noche. Habréis comprendido los inventos del silencio. La mirada del sueño. El umbral del abismo. El viaje de los montes.
La travesía de la noche.
Isolda, Isolda, yo sigo mi destino.
¿En dónde has escondido el oasis que me habías prometido tantas veces?
La luz se cansó de andar.
¿A dónde lleva, dime, esa escalera que sale de tus ojos y se pierde en el aire?
¿Sabes tú que mi destino es andar? ¿Conoces la vanidad del explorador y el fantasma de la aventura?
Es una cuestión de sangre y huesos frente anun imán especial. Es un destino irrevocable de meteoro fabuloso.
No es una cuestión de amor en carne, es una cuestión de vida, una cuestión de espíritu viajante, de pájaro nómade.
Vicente Huidobro
«Temblor de cielo»
Madrid, 1931