Para saber la hora más sensible
Para contar la moneda de las fiebres
Para conocer el peso del furor
Para hablar del reposo imperceptible
Para escuchar al fondo de las cosas
el océano disperso
Para colgar ojos en las estrellas
Y colgar estrellas en las coronas doloridas
Para soñar una vida
como una noche de cristal en llamas
Para llorar a un muerto como un invierno
Para reír en una pradera de recuerdos
Para creer que nuestro amor enciende el infinito
Para que las huellas respiren en su enredadera
Y aprendan a pastar cual las mareas
Para que el desvelado sumergido pueda llorar
Cerremos nuestros ojos por un minuto de eternidad
Para sentir la boca olvidada por la noche
Para ser un gran silencio perpetuo en sus cimientos
Para comprender el lenguaje de los ecos ardientes
Y el monumento de campanas que se derrumba
O que tal vez se levanta en cada planeta
Para que el otoño sea un barco de miserias acústicas
Cargado también de ciegos enorme y caballos seductores
Para que las piedras encarnizadas sean pájaros o agua dulce
Para que el pan aprenda nuestra canción
evaporada en amargura
Como la lámpara sin límites precisos
Para que el escalofrío suba como una escama al pensamiento
Para sentir el corazón en los brazos de una lágrima
Cerremos nuestros ojos aquí
y abrámoslos allá
«Impulso», Obra poética, Vicente Huidobro