Esta semana he vuelto a enfrentarme a estas pequeñas sorpresas que tiene la administración pública de este país, peculiar desde donde se le mire. Una trampa administrativa en toda regla, bien elaborada, con un cálculo de probabilidades tan preciso y disimulado, que hasta parece un contrasentido, un absurdo.
Diez años después de haber llegado a este país, sigo encontrándome con estas bromas de la burocracia, divertidas como un bucle infinito. En ésta actúan, por orden de aparición, el Departamento de Trabajo de la Generalitat de Catalunya (el autor de la broma), la delegación de Hacienda (el instrumento de la broma) y la Tesorería de la Seguridad Social (el beneficiario final).
El argumento es el siguiente: soy extranjero no comunitario, y para poder trabajar como autónomo tengo que pedir permiso (mi permiso vigente es para trabajar por cuenta ajena solamente). Hasta aquí suena correcto. Pero aquí está el ingenio profundamente picaresco: para pedir dicha autorización tengo que darme de alta en la actividad que quiero realizar, y esperar 90 días (que han sido 120) a que me comuniquen la resolución. Según la lógica, sin autorización no puedo lanzarme a realizar trabajos y facturarlos, porque no estoy autorizado a hacerlo (que es la génesis de este ‘proceso administrativo’, ¿no?).
El asunto es que 120 días después recibí la carta con la aprobación de mi solicitud, así que estoy autorizado a trabajar por mi cuenta. Contento, me dirigí a las oficinas de la sacrosanta Tesorería de la Seguridad Social, para darme de alta como autónomo, y comenzar desde ya a trabajar y facturar. Pero… Como mi solicitud de autorización fue presentada en abril, y fui dado de alta en la actividad que quiero realizar (requisito imprescindible), entonces ya debo a este magno organismo los meses de abril, mayo y junio (y con recargo por pago atrasado), y julio con pago normal. «Y apúrese usted porque si no paga dentro de julio, le cobraremos julio con recargo también, y en agosto se iniciaría un proceso judicial para cobrar estos importes».
[Sorpresa de los asistentes, estupor del autor, silencio parecido a la mudez] Pregunto lo lógico entonces: si estoy solicitando un permiso para trabajar, es que no puedo legalmente hacerlo sin él. Entonces, ¿cómo voy a pagar por algo que legalmente no puedo hacer? [Contraataque funcionario de antología] «¿Es que en estos meses no ha trabajado en esto? ¿Por qué no ha facturado?»… [Estupor en aumento exponencial, sensación de vértigo burocrático, sudor frío en las manos] A ver si entiendo bien, señora: ¿me está usted diciendo que pude haber cometido el ilícito de facturar sin tener permiso y, pagando estas cantidades mensuales, estar amparado por la Tesorería de la Seguridad Social, in secula seculorum? [Sorpresa funcionaria, el afectado tiene respuesta, paso 2] «Déme un momentito, voy a consultar con mi compañera» (esto ya va mejor, se empiezan a cruzar neuronas administrativas, donde las haya). Regresó con una respuesta que seguramente extrajo del manual del ventanillero español: «¿Y por qué se dio de alta en esa actividad? ¿Quién se lo pidió?» Respuesta mía con el proceso seguido, documentación de por medio. Respuesta del funcionario, extraída del manual de atención al cliente del paleta, electricista, fontanero y rubros afines (con el respeto profundo que tengo por el trabajo que hacen, cuando lo hacen bien): «¡Ah, pero si esta gente de Extranjería no tiene idea! Las cosas no se hacen así, habría que hacer una nueva gestión, mireusté… tiene que ir a la oficina de…» Para quienes no conozcan el sistema español de atención al cliente, o de generación de presupuestos, he de advertirles que aquí el que hizo el trabajo anterior siempre tiene la culpa del fallo, y no se discuta más. Es un dogma de la cultura hispánica, uno de tantos. Por tanto, el trabajo o la gestión administrativa, si falla al primer intento, siempre redundará en un gasto mayor, por culpa de quien solicitó esta gestión o quien puso mal los baldosines, hizo mal las juntas de las tuberías o instaló la caldera. Solidaridad interprofesional cero.
Con los nuevos documentos y la carga de estrés a las 9 y media de la mañana del verano más caluroso que recuerdo, fui a las oficinas de la delegación de Hacienda. Risa del funcionario (¡por fin alguien piensa hoy!), nueva gestión: «presente un escrito narrando la situación y solicite la baja o el certificado que le pide la Seguridad Social para detener el proceso administrativo. Será muy lenta la respuesta pero es bastante posible que sea positiva. Ya le responderemos.» O sea, ahora me quedaba entre la tierra de nadie y el planeta ninguno (imagen de película de cowboys, nadie en el pueblo, pasan rodando los pastos convertidos en ovillos, sonido de viento, reverberación del suelo por el calor).
Hay otros que, diestros en estas artes de los desencuentros entre departamentos, han hecho de estos agujeros negros su forma de subsistencia: las Gestorías. Conocen al dedillo los entresijos burocráticos, son capaces, a punta de documentos, de hacer milagros como que te devuelvan impuestos, que agilicen una resolución o que te normalicen el estatus financiero en las entidades interesadas. Santos de la oportunidad, intercesión de pago. Ellos han visto la situación y han hecho la gestión: solicitaron la baja inmediata en la actividad y, al día siguiente de recibirla, solicitarán el alta nuevamente, con esta nueva fecha, y -con esta fecha- pedirán el alta en la Seguridad Social, que no podrá cobrar sino a partir de este momento. Simple. Y me ahorrarán tres días que debería haber faltado a mi trabajo para reunir y presentar documentos. Es decir que, si bien no saldré ileso, pagaré un 10% de lo que me imponía la Seguridad Social. Otro dogma español: aunque consigas escapar de la trampa administrativa, pagarás igualmente en algún momento a alguien, directa o indirectamente relacionado.
Sé que esta historia no termina aún, veremos los capítulos siguientes. He pensado mucho en que, en momentos de crisis, este tipo de maniobras deberían estar penadas con la horca o algo similar, porque es ahora que se necesitan iniciativas que ayuden a disipar esta pesadilla llamada crisis. Ni siquiera pido favores o ayudas, simplemente entender que si no tenemos el camino expedito, no podremos avanzar. Que si a las ideas las sustituye el hastío, que si a la creatividad la supera el funcionarismo, no solamente no saldremos pronto de ésta sino que, además, cuando salgamos, seguiremos siendo iguales, sin haber aprendido nada.
Hay gente que consigue convertir en creatividad el estupor, incluso el dolor. Hay un creativo español llamado Javier Fesser que lo ha hecho, dotado de un imaginario que aún no sé si hace mofa o befa del ecosistema cultural de esta parte de la península. Me gusta porque es un debate que cada nacionalidad se ha planteado alguna vez: «¿Qué es ser _______?» (poner la nacionalidad que quieras). Es un punto de autocrítica, de puesta en situación, de «bajar los humos» y reconocerse en gestos, palabras, situaciones. Asumirse. Reconocerse es el primer paso para avanzar, para crecer.
Ángela publicó ayer un post con un vídeo de la banda de sonido original de «El milagro de P. Tinto» (otra genialidad de los hermanos Javier y Guillermo Fesser), y me ha devuelto a un corto que, creo, retrata algo más esta idiosincracia. Se llama «El Secdleto de la Tlompeta» (1995, Películas Pendelton).
¡Y ahora sí que me he quedado a gusto!
El Secdleto de la Tlompeta
Javier Fesser, cortometraje, 1995 Películas Pendelton
Ver video
Jajajaja! Y no te imaginas cuánto me he reído con este corto, precisamente en estos días.
El tema se arregla, gracias a la Gestoría, la fórmula no falla.
Y en cuanto al sentido del humor, lo debo a mis padres, a que me han enseñado a reírme de mis propias pequeñas y temporales desgracias. Complicarse y amargarse no puede ser bueno.
Hay que defender la alegría, como propuso Benedetti.
Un abrazo, y gracias por venir!
Ivan…
Que sentido del humor! Definitivamente con ese «mireusted» es que lo dices todo! Increíble que sigan pasando estas cosas…
El corto, refleja pero que muy bien la situación que relatas…creo que en tus 10 años en España se puede decir que «nos has pillao» ya conoces los huecos y lo desesperante que puede ser la burocracia aquí. . .solo espero que se resuelva pronto el asunto…
A pesar de lo terrible, no he podido evitarlo, me has arrancado unas cuantas carcajadas con el texto y con el corto, ambos son simplemente geniales! Menos mal que no pierdes lo fundamental…el sentido del humor…! Que lo conserves por mucho tiempo!
Besos!