Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,/ la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia/ se alce la rama seca de la tos, ladrándome/ tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos/ se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
Julio Cortázar: «Louis enormísimo cronopio»

Parece que el pajarito mandón más conocido por Dios sopló en el flanco del primer hombre para animarlo y darle espíritu. Si en vez del pajarito hubiera estado ahí Louis para soplar, el hombre habría salido mucho mejor. La cronología, la historia y demás concatenaciones, son una inmensa desgracia. Un mundo que hubiera empezado por Picasso en vez de acabar por él, sería un mundo exclusivamente para cronopios...
Pablo Neruda: «Sed de ti me acosa en las noches hambrientas»
Sed de ti me acosa en las noches hambrientas./ Trémula mano roja que hasta tu vida se alza./ Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía./ Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas./ Hacia dónde, en las tardes que no vayan tus ojos/ en viaje hacia mis ojos, esperándote entonces./
Estás llena de todas las sombras que me acechan.
Eduardo Galeano: «Ventana sobre una mujer»
Esa mujer es una casa secreta. En sus rincones, guarda voces y esconde fantasmas. En las noches de invierno, humea. Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
Lalo Mir: «Nafta para apagar las brasas»

La Casa Blanca va a matar a mansalva, mañana, a más tardar, la salvajada afgana va a mascar la manzana más amarga, va a pagar cara tanta alabanza santa. Para aplacar la mala, para amansar a tanta manada atrasada, las altas planas van a arrasar cada casa, cada carpa, van a aplastar hasta las caravanas.
Vicente Huidobro: «Altazor» (Canto II)
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado/ Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho/ Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan/ Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas/ De un Dios encontrado en alguna parte/ Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú/ El pájaro de antaño en la clave del poeta
Mario Benedetti: «Picazones y rascacielos»
Según parece, los cielos sufren a menudo de picazones. Bueno, para eso están los rascacielos. A ciertos cielos tenebrosos, como el de Nueva York, los rasca el Empire State Building, que ha suplido en esas funciones a las desdichadas Torres Gemelas.
Tarjeta de crédito
Desnudo, hambriento y con sed/ paseo por los rieles del abismo/ sin apartar la copa eufórica/ sin ocultarme de la sombra de mí mismo;/ con brazos colgados a mi cuerpo,/ con cartas marcadas del destino...
Tonto amor
Amo Quiero a esta mujer libremente,/ aunque (ella) vea distorsionada/ mi realidad,/ aunque no quiera entrar en mi fantasía,/ aunque me cierre la puerta/ sin querer saber que yo no las tengo para ella./ La amo quiero y, sin darme cuenta,/ voy atando sutilmente una soga/ (fina como las palabras)/ que se adhiere cómodamente a su corazón.
Mauricio Redolés: «¿Quién mató a Gaete?»
San Pablo: «Supremacía del amor»
Si hablo las lenguas de los hombres y aún de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido.
¿Cómo se hace?
Quedarse en los pasos de esa mujer que avanza como si fuera el primer día del año, irse con ella en la suela de sus zapatos, esperar la llegada probable, anunciar el saludo deseable, buscar con las manos y encontrar otra vez esa sensación antigua de haber estado allí, antes, en otro cuerpo quizás, con otros aromas. Perdonar, no abarcar, impedir, no aguantar.