La idea era simple, demasiado simple para ser verdad: "Tienes que imaginar aquello que buscas, imaginarlo sin pensar en la posibilidad de no encontrarlo, imaginarlo como si ya estuviera en tus manos. Cuando lo visualices, lo tendrás".
Tres tristes trenes
Mil seiscientas personas, y cuarenta millones más de ciudadanos de España, han pagado el precio de tu sordera, de tu obstinación por sumarte a la macabra estrategia de la guerra. Mil seiscientos españoles e inmigrantes, heridos de muerte y muertos en vida, han pagado tu tributo, el tributo del incauto que ha creído en armas inexistentes, en laboratorios móviles, en investigaciones con resultados preestablecidos, en destituir una tiranía que hasta hoy no es peor que tu democracia.