Era un bar pequeño, un café de paredes desiguales donde se podía fumar y escuchar música. Era tarde y no había razones para volver pronto a casa. "Quiero ser un león cuando todos quieren pasar por gatos, todos queremos ser grandes, grandes estrellas, pero no sabemos por qué ni cómo". Y un ritmo contagioso, una guitarra que no parecía común, una acústica de living comedor con alfombra sucia, y un vocalista con trencitas y los pantalones dentro de las botas, bailando hasta casi salirse de la canción.
Música, en todos sus estados y a todas horas.