¿Castellers no catalanes? ¿Por qué no?

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Aunque generalmente prefiero hablar de las cosas que nos unen, no de las que nos diferencian, esta vez quiero mostrar un artículo que denuncia, a mi juicio, un intento míope de negar los inexorables procesos sociales derivados de las migraciones y sus consecuencias culturales. Siendo yo mismo un inmigrante más en España, chileno, este texto de Guillermo Soler me toca en varios puntos. Por eso, y para que se difunda también en castellano, lo traduzco y publico a continuación.

¿Castellers no catalanes? ¿Por qué no?
por Guillermo Soler
Publicado el 12 de agosto de 2008 en webcasteller.com

Albert Carrillo –anterior presidente de los Minyons de Terrassa y actual presidente de la Coordinadora (de Colles Castelleres de Catalunya)-, ya lo he dicho otras veces, es un tipo que tiene las ideas claras y sabe expresarlas. Vuelve a hablar claro y con acierto en una entrevista publicada en el último número de la revista “Castells” cuando, preguntado por la internacionalización de la actividad castellera, dice: “Creo que se acerca el momento de abrir un debate sincero, en el que el mundo casteller se defina en este sentido.” Ahora bien, debo decir que éste es el único punto de la respuesta en que concuerdo con Carrillo.

En efecto, cabría abrir este debate. Un debate que sólo tres o cuatro años atrás posiblemente no habría tenido sentido, pero que ahora, después de los primeros intentos serios de trasladar los castells a otras realidades nacionales (Chile y, quizás, Brasil) vale la pena, e incluso es necesario, que el mundo casteller se plantee qué significan y qué pueden implicar de cara al futuro. Una hipotética verdadera expansión internacional de los castells –de la cual soy, a priori, un poco escéptico, pero que no me parece imposible, sino hasta un cierto grado- supondría, inevitablemente, cambios para el mundo casteller tal y como lo conocemos hoy. A mi modo de entender, tan estúpido sería lanzarse en brazos de esta expansión sin haber analizado los posibles problemas que se pudieran derivar como rechazarla de entrada y sin haber reflexionado, una tentación habitual en un mundo tan reticente a toda clase de cambios como es el casteller. Hablemos, analicemos, discutamos, planteémonos opciones y posibilidades… Aún así, me temo que el debate puede viciarse fácilmente por los posicionamientos de las colles. Creo que a nadie se le escapa que, de momento, ha sido una colla determinada la que ha apostado fuerte por esta vía de expansión. Tampoco aporto ninguna novedad si señalo que las relaciones de esta colla (1) con la coordinadora han pasado por algunos momentos difíciles últimamente. Pero sería un error muy grave que este tipo de cosas influyeran en los posicionamientos respecto de un tema tan importante como es la hipotética internacionalización del hecho casteller.

De manera que –teniendo en cuenta que, como ya he dicho, esta expansión internacional me genera dudas y la miro aún desde una cierta distancia- lo que querría es definir un punto de partida básico. Y lo haré, me temo, en contraposición a lo que, en la citada entrevista, dice Carrillo. El actual presidente de la Coordinadora se manifesta, a título personal y, según dice, recogiendo la postura de su colla, contrario a promover la creación de colles en el extranjero. Carrillo explica primero que “en el mundo casteller ya hace unos cuantos años que surgieron expresiones de forma totalmente espontánea y libre, colles en Argentina y México, fruto de catalanes que se habían establecido allí y que tenían la inquietud de hacer castells y consolidar la comunidad catalana”, fenómeno que define como “una cosa muy linda y honrosa”. “Es un hecho muy diferente”, continúa, “crear colles expresamente allí donde no hay vínculos, ni espontaneidad, ni sustrato de catalanidad (…). Las cosas deben surgir de manera espontánea.”

Hombre, eso es bastante discutible. Ya no entro a valorar si una cosa es “linda y honrosa” o no. Sí puedo decir que a mí me parece mucho más interesante, excitante y, por qué no, halagador para el mundo casteller que unos chilenos sin vínculo alguno con la cultura catalana se interesen, justamente por sus valores universales, y no que se haga desde la perspectiva de la pura nostalgia simbólica. También tengo la impresión que tiene mucho más futuro la primera opción que la segunda.

La espontaneidad también es un concepto resbaloso. ¿Qué quiere decir que una colla se debe crear espontáneamente? Que yo sepa, nadie se está dedicando a obligar contingentes de extranjeros a agruparse en colles castelleres. La gracia del tema Chile es precisamente que la iniciativa y el interés surgen de allá mismo, de Chile. Alguien puede argumentar que es un núcleo muy reducido el que impulsa el tema, que no surge del pueblo, y que en este sentido no es espontáneo, sino que hay un dirigismo. ¿No ha pasado eso en nuestra casa? ¿No tenemos ejemplos de colles creadas “desde arriba”, de colles creadas con un punto de artificialidad con objetivos similares a las de Chile (crear comunidad, signos de identidad, red social, etc.)?

Pero en todo caso la clave, y por allí no paso, que quede claro, es eso del “sustrato de catalanidad” como condición sine qua non para poder montar una colla. Otra vez, para comenzar, ¿qué entendemos por “sustrato de catalanidad”? ¿Es suficiente con que haya un par de catalanitos por allí? Si me voy a vivir a Los Angeles y monto una colla con un grupo de chicanos, ¿se puede considerar que, por mí mismo, soy suficiente “sustrato de catalanidad”? ¿Rechazamos las colles chilenas pero, como por medio está el centro catalán de Sâo Paulo, aceptamos la brasileña? La respuesta, en realidad, no me importa, porque no es una cuestión de grado, sino de principios: para hacer castells, para montar una colla, no cabe tener ni lazon, ni sustrato ni rastro de catalanidad. Caben ganas, ilusión, mucho trabajo, mucho sudor… y, si fuera posible, podemos pedir respeto y reconocimiento hacia el país y la cultura que inventaron este arte. Cosa que en Chile hacen, por ejemplo, conservando el léxico en lengua catalana.

Este es el debate de fondo: ¿son concebibles los castells fuera de Catalunya? ¿Es posible la existència de castells no catalanes? Es claro que sí. Nada lo impide. Desde el punto de vista cultural –insisto, cultural; no político-, y que nadie se me ofenda, los castells son tan marcianos en Chile como lo son en las Islas (Baleares) o en la Cataluña Norte (sur de Francia). Nuestra cultura está llena de elementos que hemos tomado de otras y que hemos adoptado como propios, y otros elementos de nuestra cultura han viajado lejos. Francamente, sorprende que estas posiciones esencialistas se den en un lugar como Terrassa: si somos estrictos, los castells no deberían haber salido jamás del Campo de Tarragona y el Penedès. ¿Por qué unos zaragozanos tienen menos derecho a hacer castells que unos tarrasenses?

“Los castells quieren que sean patrimonio de la humanidad, yo particularmente quiero que este patrimonio sea referente exclusivo de nuestra casa”, dice Albert Carrillo. El jazz, el fútbol y la pizza son patrimonio de la humanidad (bueno, no oficialmente, pero ya me entendéis). Son fenómenos universales pero todos saben perfectamente que surgieron en los Estados Unidos, Inglaterra e Italia respectivamente. No veo que el hecho de devenir universales haya perjudicado ni a los mismos fenómenos ni a sus países de origen. Sí, está claro, los italianos se persignan viendo que por todo el mundo circulan pizzas con piña. Si eso de los castells internacionales realmente cuaja, seguro que los catalanes nos hartaremos de decir: “¿Qué hacen, estos (poned la nacionalidad que queráis)? ¡No tienen ni idea!” Pero al mismo tiempo podremos imitar a los ingleses –cuando hace unos años acogieron la Eurocopa, creo- cantando con orgullo “Football’s coming back home!” ) («¡El fútbol está volviendo a casa!»). Y pasearnos por el mundo alardeando de cómo nuestros abuelos –qué narices, nuestros tatarabuelos- ya eran de la Vella. O de la Nova. ¡Y que los gringos se mueran de envidia!

Notas:
(1) Se refiere a la colla Castellers de Vilafranca del Penedès, que ha viajado a Santiago de Chile y ha realizado presentaciones y talleres de castells en diversas escuelas, en tres comunas de la periferia santiaguina, todas con índices alarmantes de pobreza y población en riesgo social. Web de los Castellers de Vilafranca

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por Iván Tamayo

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