Levantarse para ir al trabajo y ver colgados en los quioscos portadas como la de El Periódico de Cataluña de hoy viernes 22 de agosto hacen que te preguntes muchas cosas acerca del periodismo y de los medios en general. Ver esta foto ocupando un tercio de la portada, bajo el titular «El motor del MD-82 no se incendió en el aire», hacen que imagines que el morbo como industria puede ser (y de hecho lo es) rentable. Pero innecesario. Pues, no me parece en absoluto necesario difundir escenas del dolor de personas que han perdido familias completas en un accidente. Eso, aunque no lo hayamos vivido, lo conocemos y, en gran medida, lo tememos. Entonces, ¿es imprescindible ilustrar el dolor? En la portada de ayer, en un recuadro, intentaba mostrar el primer plano de un herido siendo trasladado a un hospital, en medio de tubos, equipos y manos. Nada, excepto estos aparatos, evidenciaba que hubiera allí una persona, o su estado era tan lamentable que no era reconocible como tal. Insisto, ¿era necesario?
La tragedia de la caída del avión de Spanair en Barajas, el principal aeropuerto de España, ha despertado toda clase de sensibilidades pero, en especial, ha reactivado el morbo a que nos tiene acostumbrados hasta el hastío la prensa española. Ante la solicitud expresa de no publicar más imágenes tomadas a pie de pista, minutos después del accidente, los medios han optado por lucrar mostrando el dolor de familiares y amigos en los alrededores de IFEMA. Este parque ferial, que ya sirvió como improvisada morgue en los atentados del 11M, sirve ahora como fondo para que, reporteros avezados, desplieguen su batería de inútiles preguntas, disquisiciones, teorías técnicas y hasta psicológicas acerca del accidente, de la pérdida de un familiar o, incluso, del coste económico que puede eso tener para una familia. Increíble.
Sin embargo, lo terrible, lo que quedará después de este accidente, es precisamente lo que está siendo cubierto con esta cortina de humo pintada de dolor, de llantos y rabia. Porque lo que los medios no se atreven a decir es algo que saben desde hace tiempo: la crisis económica y el alza de los combustibles no sólo han encarecido los precios de los vuelos, sino que han sido la justificación para hacer la vista gorda frente a problemas de mantenimiento de los aviones. Las revisiones son cada vez menos exhaustivas, las plantillas de técnicos han sido recortadas para bajar costes y, por ende, la seguridad de los vuelos no está asegurada al 100%. Han aparecido las fallas mecánicas como principal causa de los accidentes aéreos y han desaparecido las fallas humanas. Curioso, ¿no?
¿Será que la gente se ha acostumbrado a que los medios le digan qué, cómo y con qué intensidad debe sentir? ¿Será que la gente compra este tipo de productos, que los medios los siguen fabricando? Yo no quiero ser agredido con imágenes como éstas, con el duelo detallado línea por línea, con la disección del sufrimiento humano, con el aroma de la tragedia. Es seguro que, expuestos a este tipo de estímulos, perdemos la capacidad de asombro, y de reacción. Y es seguro que los medios están ayudando a programar ciudadanos neutros, inertes, exactos, con cuatro o cinco emociones totalmente previsibles que desarrollar. Y poco más.